El Congreso virtual VIO de Bioprotección de la Infraestructura Verde de la ciudad, que se está celebrando entre el 13 y 22 de octubre desde Valencia, organizado por el COITACV, ha contado con la presencia de Angélica Gómez. La decana del COGITIVAL fue la encargada de moderar la mesa Infraestructura verde, conceptualización: ciudades resilientes.
“El municipio resiliente es el que evalúa, planifica y actúa para preparar respuestas par hacer frente tanto a los desastres naturales como aquellos generados por el hombre”, explica Angélica. “En nuestro caso, la mesa estaba dirigida a la situación de pandemia que estamos viviendo y a la respuesta que le están dando los gobiernos locales. En esta pandemia, por ejemplo, se ha puesto de relieve la importancia de la calidad del aire que respiramos, algo que es vital para evitar la propagación de virus”, añade la decana del COGITIVAL, que subraya “la urgente necesidad de implantar economías verdes, además de conseguir cambios internos en las personas, sin cuyo respaldo no se podrán alcanzar los cambios necesarios”.
A continuación resumimos las aportaciones de cada uno de los tres participantes en la mesa moderada por Angélica Gómez:
Jesús Tortosa, director general de la Cámara de Comercio de Cantabria
“Las ciudades solo pueden ser resilientes desde la humanización de las mismas. Y deben ser para las personas y no al contrario. La inversión ESG (environment, social and governance) es aquella que se preocupa por establecer pautas de inversión en proyectos que se preocupan por aspectos sociales, medioambientales o de liderazgo ético. El pasado año, Blackrock, la mayor gestora de fondos de inversión del mundo, que maneja más de 14 billones de euros, mandó un mensaje claro a las empresas con las que opera: establecer patrones de inversión bajo una perspectiva de sostenibilidad será una prioridad para el fondo, como lo debe ser para sus empresas.
La economía de impacto va un paso más allá del ESG: se encuentra a medio camino entre la banca tradicional y la filantropía, y puede ser una de las herramientas más útiles para el desarrollo de proyectos resilientes. La inversión de impacto se reconoce como una fuente relevante de recursos principalmente privados, que complementa los esfuerzos públicos para solventar retos globales. A la rentabilidad y riesgo tradicional se le suma el impacto que estas inversiones provocan en favorecer cambios sociales o medioambientales, y esta fórmula puede ser la llave mágica que abra la puerta a la sostenibilidad en las ciudades”.
José Luis Muñoz, experto en innovación medioambiental
“Hace falta una transformación, es absolutamente necesaria. Hemos de lograr consensos sobre la necesidad de modificar las ciudades para favorecer la resiliencia al cambio climático y combatirlo. Las ciudades suponen solo el dos por ciento del territorio, pero son las principales contribuyentes o quienes provocan gran parte del cambio climático. Con la coyuntura actual, está aumentado la exposición de las ciudades al cambio climático. Ello nos obliga a mejorar la gestión de riesgos de desastres y como superar el momento de cambio, y para ello deben diseñarse políticas urbanas específicas. Que sean adecuadas y que estén sometidas al análisis desde el punto de vista técnico, consensuadas por todos los actores y sostenibles a largo plazo.
La capacidad de adaptación a la nueva situación depende en buena medida de cómo las instituciones regulan esas interacciones. Los alcaldes han de fomentar la participación. En Europa tenemos un buen marco de actuación, con líneas de acción claras y buenos objetivos a través de distintas iniciativas: el Pacto de Alcaldes, el Plan de Acción Clima y Energía Sostenible, el programa Life o el New Green Deal, y hay que financiarlos. Hay que animar a los estados a implementar políticas relacionadas con el concepto del cambio climático. Hemos de ser capaces de generar la transformación pero sin perder de vista el aspecto económico: no podemos perder empleos, tenemos que generar espacios nuevos, pero el tema de la sostenibilidad va ligado a la protección ambiental y a la eficiencia económica.
Las ciudades no pueden ser islas, están dentro de zonas periurbanas y están en relación con el espacio verde, la gente interactúa y requiere de mecanismos de apoyo e integración. La acción de los gobiernos ha de ir dirigida a dinamizar el debate y las propuestas: han de fomentar creación de viveros de ideas para la transformación económica y ambiental. Hemos de crear un marco a largo plazo y sobre todo, es muy importante articular mecanismos de participación de todos los ciudadanos para fomentar la cohesión social”.
Juan Manuel Borrajo, experto en bosque urbano
“En mi intervención he puesto en valor el papel del bosque urbano en las ciudades resilientes, que se adapta a posibles riesgos o amenazas. El bosque urbano, por el hecho de existir, posibilita que los árboles logren reducir los principales impactos sobre las ciudades a través de beneficios ecosistémicos: reducen contaminación porque son sumideros de CO2, mejoran la salud de los ciudadanos y reducen los estragos que pueden causar las lluvias torrenciales.
Existe una forma de cuantificar ese valor que tiene el bosque urbano en las ciudades. Se trata de un método desarrollado por el Departamento Forestal de Estados Unidos para traducir a cifras los beneficios que los árboles generan en las grandes ciudades más allá de la captura de CO2 y de la fijación del suelo. Se ha aplicado en ciudades tan emblemáticas como Nueva York, Washington o Londres. También en Madrid, y los datos que ha arrojado son esclarecedores. En la capital de España hay 5,7 millones de árboles, que solo en salud ciudadana permiten ahorrar los 20 millones de euros al año gracias a las incidencias médicas evitadas. Estas cifras han de dar a la ciudadanía una idea del gran valor que tiene potenciar los bosques urbanos”.